mayo 20, 2012

Certeza en las preocupaciones



A veces parece que la vida "adulta" se convierte en preocupaciones, cosas por alcanzar y demostrar. En lo absoluto puedo llamar a esta época de mi vida algo así. Al contrario. Creo que todas esas preocupaciones de alguna manera ahogaron mi creatividad, mi visión y mis sueños. Todo se volvió exigencias de respuesta y una pérdida de disfrute del presente.

He tenido que enfrentarme con dias en que oro y a la salida de mi oración me esperan las cosas que recuerdo que cuando niña se me hacían tan fáciles de resolver, y en las que ni pensaba porque tenía la confianza en quienes me guiaban y protegían. Ahora, ya grande siento que todo "depende" de mí. Vaya necedad.

Para despertar fue necesario golpearme muchas veces y saber que mi tristeza no era una tristeza real, era más bien una tristeza inducida por los cánones de este mundo, que te dicen que vales por lo que haces, lo que tienes, o lo que otros opinan de tí. Tuve que darme cuenta que la vida adulta de alguna manera había logrado convencerme de que no lograría nada con grandes ideales, trazar nuevos rumbos y mantenerme en mis valores y principios. A final de cuentas eso no lograría darme de comer. Eso pensé.

Lo bueno de ser llevada a extremos así es que de repente la verdad te golpea en la cabeza y te das cuenta que has dejado de sonreír por la sencillez de las cosas hermosas que tienes: tu familia, tu cuerpo sano, un día soleado, un plato en la mesa. Te das cuenta que Dios realmente está contigo por encima de cualquier circunstancia y gracias a eso recobras ese sentido de pertenencia y esa libertad para vivir por encima de lo preestablecido.

Es irónico pensar que Dios esté más cercano cuando menos certezas hay de algo esperanzador o bueno en algo. Es irónico creer que Dios nos ponga en medio de un fuego, no para vernos arder y quemarnos, sino para entrar y andar juntos, como Sadrac, Mesac y Abednego y salir completamente ilesos y vivos.

Contigo Dios es con quien vale la pena vivir y atravesar cualquier circunstancia, por tí vale la pena pasar por lo inimaginable y entender que allí estarás tú renovando mi vida a todo nivel y, por supuesto, acercándome más a tí. Por tí vale la pena, y por tí la vida es una aventura que vale la pena vivir, sin desperdiciar días y noches en preocupaciones y tristezas. Estás conmigo, nada me falta.

Nada me puede separar de tu amor....¡y qué sentido tienen esas palabras para mí hoy! Gracias amado Dios.


¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? ¿Será que él ya no nos ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos o pasamos hambre o estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza de muerte? (Como dicen las Escrituras: «Por tu causa nos matan cada día; nos tratan como a ovejas en el matadero»).  Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó.
Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios,ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios.Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.  - Romanos 8:35-39

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