enero 08, 2014

Y para comenzar el año

Siento la necesidad de escribir, y volver al pensadero por esta época, porque como se sabe, es donde la emoción, la urgencia, y los jalones de la postergación hacen su llamado. Muchos escriben sobre las resoluciones del año, las promesas, lo que deben hacer, lo que Dios va a hacer por ellos y etc.. etc..

Yo, en medio de tantas cosas siento algo de tristeza y una especie de no sé qué, respecto a lo que debo hacer. Cansada estoy de prometer hacer cosas y aumentar mi frustración en febrero o finalizando enero. Sin embargo, estar sin un plan establecido también lo probé y se parece mucho a navegar sin rumbo fijo: no se llega a ninguna parte.

A mi mente llegan recordatorios de buscar nuevas fuentes de ingresos, abandonar o retomar antiguas metas, y sobretodo, llegan globos de lo que haría si tuviera esto y si hicera lo otro, aunque a la final, todo me causa hastío. Afortunadamente para contrarestar el clima desértico y reseco de mis emociones y motivos, Dios ha venido repitiendo una palabra en mi corazón:

" Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Les quitaré ese terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo." Ezequiel 36:26
Pienso que aunque no siempre los años traen madurez si traen a la memoria todas esas cosas que se han ido desvaneciendo: motivos vanos, castillos de naipes del YO, autosuperación indefinida, títulos por meritocracia y logros que no suman ya.  Creo que el único regalo que quisiera es comenzar de nuevo, volver a la inocencia de amar por amar, servir por amor, buscar apasionadamente a Dios... y dejarlo que me encuentre. Sé que la impotencia es mucha (dan cuenta de ello varios de mis posts) ya que mis muchos esfuerzos han sido en vano. Así que no puedo proponerme cosas que Dios no se proponga hacer primero en mí. No puedo soplar un viento fresco a mi relación con Él porque yo no soy el viento. No puedo seguir buscándome soluciones a la insatisfacción con mi vida porque Él es quien provee todo lo que yo necesito, quién me guía y me martilla con ideas de las buenas. Él es el único jardinero que puede limpiar la cizaña de mi corazón.  Por eso no quiero y no puedo arrancar otro año sin su ayuda, sin que la limpieza y el viento de Su Espíritu me permitan ver de nuevo.

Eso es todo lo que sé por ahora. Comprobarlo y dejar que Su ser me abrace sería el mejor comienzo.