diciembre 20, 2010

Un pensamiento antes de mañana

Estoy harta de esta locura de cosas que han pasado en estos días, pensamientos obsesivos, mi queja, mi rabia expresada en comportamientos de antaño, mi capricho emocional, mi renuencia a abrir el corazón a Dios...

Guardando las distancias, experimenté por algunos días ser un poco la de antes, la que no se callaba nada, la rebelde, la que pensaba y hacía lo que quería... me "desahogué", me deshice en verbo conmigo misma y con una amiga, quejándome de todo e intentando sacarlo todo como terapia anticonfusión...

Que creo no funcionó. De alguna manera u otra Dios ya ha puesto demasiadas cosas en mí que no me hacen la misma de antes, la que disfruta yendose a la contraria de lo que Dios considera apropiado y bueno, ya no puedo identificarme al 100% con gente que no ama a Dios y sólo tiene como consuelo deshacerse en rabia contra las cosas que le pasan.

Es cierto, tengo rabia, rabia conmigo misma, rabia con mi condición (emocional y sexualmente hablando) rabia con las circunstancias, ese conjunto de cosas que tratan de moldearme a su gusto, incluso institucionalmente. Mi razonamiento, mis pasiones, mi ego herido... en fin.

Trato de sumergirme en ilusiones y en adelantar la película en el pedazo donde me lanzo al pozo de mis deseos y pareciera que contemplar la idea de ceder me diera el espacio que me he negado, pero de repente me siento más triste que nunca, porque sé que en lo profundo eso será cuestión de instantes y cosas temporales, lo sé. Un mes, un año, diez años, lo que sea que aguante el exilio, de todas maneras será algo temporal. Aunque lo trate de llamar amor, pasión, "mi derecho", mi libertad.

El ciclo del arrepentimiento y la súplica de cambio (momentánea), junto con los actos que demuestran lo contrario al día siguiente (la lujuria, el mix explosivo de ideas) han hecho que de mí surjan las preguntas que nunca pensé hacerle a Dios: "por qué me creaste así?" "Por qué tengo que ser el bicho raro?" "Porqué no puedo ser alguien normal?" ah y de alguna manera si en alguien he dejado de pensar, ha sido en Dios.

Lo único de lo que estoy segura ahora es que Él no tiene nada que ver en esto. Hay muchas cosas que no entiendo ahora, pero a Dios no lo dejaría por nada de este mundo, a pesar de toda la confusión y el caos mental y emocional por el que estoy pasando. Dios ha sido la convicción firme, el único ahí esperando, el único dispuesto a extender la mano y a entrar, donde quiera que me duela ahora. Pero le he huído.

Mañana, mañana ya no quiero más representaciones de alguien que ya no soy. Salir del acorralamiento al cual me he sometido a voluntad, solo será posible mediante la misma vieja fórmula que rehuímos los que a sabiendas elegimos el pecado: Volver a Dios. Sólo a Dios. Eso es lo primero, buscarle, implorar un encuentro verdadero, de esos que queman, el encuentro inevitable cara a cara, que destruye el egoísmo y la culpa a la vez. Luego que vengan procesos, consejerías, ayunos, reflexiones, dudas, verdades, no sé. Pero Dios debe ir primero. Nada de correr a otras voces, otros libros, otros pensamientos. Sólo Dios.

No hay comentarios: