octubre 01, 2010

Sentirse vivo


Mirando mis viejos posts, me doy cuenta que escribo por lo regular de situaciones negativas, del conflicto y de la lucha. Decían de Henri Nouwen que su espiritualidad estaba ligada directamente al batallar con sus crisis, a su lucha interior. Esto en particular aplica para mí también.

Sin embargo, creo que es tiempo de hablar con profundo agradecimiento. Así como en un pasado entré en un lento letargo espiritual que me acostumbró a vivir con escasa comida y bebida divina, hoy puedo decir, que estoy dando pequeños pero significativos pasos fuera de ese estado invernal del alma. Siento como si estuviese despertando de un sueño, y otra vez mis sentidos se afinaran para oír a Dios, para amarle, para desear con todas las fuerzas que se hagan realidad Sus propósitos en mi vida y nada más. Y eso también hace parte de mi propia espiritualidad, disfrutar de Su reposo, de Su alimento, de tiempo para vivir y apreciar lo mucho que hace en mí.

Sentirse vivo es algo verdaderamente maravilloso. Es saber que aunque vivimos en una realidad temporal, fuimos diseñados para una realidad espiritual y eterna, mucho más grande y majestuosa que nuestro vano preocuparnos por las cosas de esta vida. Sentirse vivo es caminar confiados en esa realidad superior a la que vamos a cada minuto, sin importar si otros entienden eso, esa magia superior con la que fueron creadas las cosas.

Bendita es por siempre la vida que elegí vivir, donde el significado también está vivo a cada instante, lleno de profundidad, de conexión, de simbología pura, de perdón y de gracia, de fuego y de amor. No podría creer jamás en el dios gris de este tiempo carente de causalidad, monótono y frío, dios disperso, ausente y ajeno. No, jamás podría creer que tanta belleza fuese producto de explosiones sin sentido, de biologías espontáneas mutando sin alma, de un hombre con fin, fin aquí.

El Dios que yo amo es Sol, es Lluvia, es Viento. Es León y Cordero. Es Padre, Hijo y Espíritu, Es siempre, en cada uno de nosotros. Es autor de todo lo que vemos, y del mundo invisible. El Dios que yo amo, es por sobretoda cosa Vivo, y por eso dinámico, por eso capaz de despertar en mí cada parte que es según Su naturaleza, es, la diaria Redención.

¡Gracias por ser mi Dios!

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