mayo 06, 2010

De la ingenuidad de intentar saciar a la razón

Habiendo regresado al mundo académico por medio de mi trabajo, me encuentro en una situación de la que había descansado: la de compararme con otros, la de la autoreferencia. Es una situación molesta porque agota mis energías como pocas cosas logran hacerlo. Es como si de repente todo me guiara a intentar ser como otros, a intentar ser bien diferente a ellos, a adoptar posturas diversas en un medio malvado y demoledor: el de la gente escéptica.

Es desgastante ver cómo de hecho pierdes tu espacio interior, como lo decía en el post anterior. Pierdes la capacidad de decir algo sencillo porque te tomarán como ingenuo, decir algo complejo porque te lo refutarán con cosas de las que nunca has leído, porque a todo lo que te arroja el medio escéptico tan común en la academia es a desgastarte defendiendo lo que crees, o a buscar entrar en el medio competitivo de sus mismos valores, que se componen básicamente de las cosas que hacen, la manera en que piensan, y los logros que alcanzan.

Había descansado de mis tranquilizantes: las fantasías de poder. Creo que había construído un pequeño castillo de naipes donde estaba calmada, sola, sin necesidad de defender nada o de demostrar nada. Y heme aquí, deseando reconocimiento, deseando ser más intelectual, fabricando respuestas en mi mente a los disparos filosófico-metodológico-ideológicos de mis colegas.

Ese castillo se derrumbó. Nunca parece ser suficiente cuando de saciar a la razón se trata. Y hablo de la propia y la ajena. Siempre parezco empujada a no ser todavía lo que debo ser, a completar estudio, palabra, estilo, persona. Parezco empujada a las mismas viejas opciones que me quitan lo íntimo, lo bello, lo sencillo, lo puro de solamente ser.

Supongo que de nuevo Jesús me encuentra mirando las fotos amarillas y diciendo: ya has estado aquí antes. Pero aún más que eso, me recuerda que sólo puedo hallar descanso en las alturas de lo que ÉL YA ES.

Este frenético cerebro quiere descansar. He encontrado cosas valiosas en este viaje de la razón. He sido impulsada a leer y a escribir como nunca antes. Pero no puedo perder mi espacio interior. Es todo lo que me queda para mí, es dónde puedo descansar de la presión de intentar ser, dónde puedo rendirme a la Esencia, la que se halla en Él, la que se halla en mí.

Voy a decir algo muy estúpido (según la percepción de mi querido público pseudointelectualoide) hoy ví un arcoiris, hoy supe que Dios estaba realmente ahí. Hoy recordé Su fidelidad hacia mi vida y hacia dónde Él desea llevarme por el simple hecho de ver un arcoiris, que me recuerda los momentos en que detuvo lo que destruía mi vida, y declaró lo que la construiría.

Recuperaré ese espacio. Sé que lo haré. Aún mi mente es libre para conectarse con Dios por medio de Sus valiosos e inusuales mensajes. Sólo falta cederle el espacio al único que lo llena de verdad. (y esa última frase no es original, ni me importa que lo sea, me importa que sea cierta)

He dicho. Y he descansado.

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