julio 06, 2012

Por la noche durará el lloro...

 Por la noche durará el lloro...salmo 30:5

Llorar le hace bien al corazón, dicen por ahí. Bueno no sé que tan bien me hace a mí que lloro tan fácilmente. Es mi dolor de esos que no quiero explicar porque no tiene sentido hacerlo, porque bastantes cosas han sido dichas ya y no encuentro alivio en las palabras. Conozco cada diagnóstico y análisis que me he hecho y sé todas y cada una de las cosas que debería hacer, y conozco cada una de las excusas para ello. Conozco cada frustración y cada pena, conozco el sonido de ese viejo motor, ahí dentro, casi funcionando.  Me siento en la silla de análisis y en la silla del psicoanalista. Analizo, comparo, filtro, concluyo, y me hundo aún más en mis análisis y conceptos, y en cada cosa que el camino deja sin hacer.

Lloro cuando fallo y cuando veo como se pierde al horizonte todo por lo cual alguna vez luché y creí. Lloro y odio que la gente me vea llorar, y odio cuando hago pataletas de niña intentando explicar porqué sigo donde estoy y porque no estoy donde debería estar. Odio ver repetidas escenas que exaltan mi constante debilidad y mi poca capacidad para guardar mis tristezas en mi pecho.

Lloro cuando veo cuánto terreno le he dado a mi enemigo, con cada queja como ésta, con cada voz de desesperanza y cada creencia de imposibilidad en mi vida. Lloro cuando escucho el libreto de mi autocompasión. Lloro y me da rabia ver como he dejado que todo llegue hasta este punto, de perder tanto tiempo y olvidarme de la primera voz que oí:  "Estoy contigo".

Siento en estos momentos deseos de llorar la última lágrima de invierno y no más.  No sé si este post le haga bien a alguien, pero me hace bien dejar salir el dolor que hiede en el corazón. Reconozco en mí algo que tenían los salmos de David, sinceros y no siempre confiados de principio a fin. Reconozco que de una extraña manera eso me ha ayudado a que otros se identifiquen conmigo y a dejar salir su dolor. Aunque es confuso, ya no quiero verme así, ya no quiero ser quien llora otra vez.

Lo bueno es, que esas lágrimas aún no me impiden ver el firmamento, con una que otra estrella asomando en medio de nubes enormes.... y extrañamente ver las estrellas me consuela y hace sinapsis interminables con Dios en mí. No querré oír más voces,  ni opiniones, ni mis suposiciones. No querré oír mi llanto, a menos que en ese hombro, sollozando, escuche de nuevo "Estoy contigo".

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