diciembre 03, 2011

Recuerdos, mariposas, y otros dolores crónicos


Hoy vi una película que hacía mucho tiempo no veía, “El efecto mariposa” la cual trata de un joven que tiene una enfermedad en el cerebro que no le permite recordar algunos eventos de su vida. A este joven, el psiquiatra le recomienda llevar un diario de lo que va pasando cada día para que ejercite su memoria. Durante su infancia ocurrieron una serie de sucesos traumáticos para él, y para sus amigos.  El padre de dos de sus amigos los grabó en una película pornográfica, ellos estallaron un buzón de correo matando a una bebé, uno de los niños (traumatizado por la depravación de su padre) siente celos del protagonista que se besa con la hermana de él y lo amenaza con quemar a su perro, lo cual termina haciendo.  Cuando este joven crece y está en la universidad, leyendo por accidente sus diarios, se devuelve en el tiempo a los hechos que sucedieron en su infancia y logra recordar lo que en su momento no pudo.  Va de nuevo a su barrio de la infancia y busca a sus amigos para constatar que lo que vio en su mente fue cierto y los encuentra totalmente transformados. Uno en un antisocial, obsesivo muchacho construyendo aviones miniatura y la muchacha como mesera olvidando su realidad.  Él intenta que ella le diga lo que sucedió, haciendo que ella luego de su visita desentierre esas memorias trágicas de su infancia con lo que se suicida. El dolor que le provoca la noticia al protagonista hace que quiera acceder a esos recuerdos para modificarlos. 

Desde ese punto para mí, la película empieza a hacerse interesante. El joven intenta cada vez que lee esos diarios de modificar los sucesos de su infancia: Corrigiendo al depravado padre de sus amigos, entregándole un pedazo de lata al otro amigo para que libere al perro, advirtiendo a la mamá de la bebé que se alejara del buzón donde estaba el cohete, etc.  Pero cada vez que lo hace resulta peor. Ayuda a un amigo y otro pierde el control, se sana una vida pero otra en su amargura regresa para destrozarles la vida, todos quedan bien, pero el queda inválido, etc. 

Para no terminar de relatar la película (que aunque no lo creas no es la motivación), me limito a decir que me deja una gran reflexión personal.  En mi trayecto de sanidad, he encontrado tantas trabas, que siento que de alguna manera para evitar más dolor, he reprimido algunos recuerdos traumáticos y he puesto una barrera inconsciente para acceder a ellos.  No pienso que lo que voy a escribir sea una teoría o algo, no soy psicóloga ni nada por el estilo, pero me atrevo a pensar que debe haber ciertas cosas de nuestro pasado que bloquean nuestro crecimiento y a las cuales aún no podemos acceder, que es preciso que encontremos la manera de sanar, aunque sin convertirlas en una obsesión.  Como cristiana, ya con cierta experiencia en procesos de sanidad interior, consejerías, ministraciones, y sesiones de psicología, casi que puedo diagnosticar a los personajes de la película y porqué llegaron a ser así: dementes, prostitutas, antisociales, etc.  Y es inevitable para mí pensar que si yo tuviera la posibilidad de acceder a esos recuerdos  que me producen esos traumas que ahora tengo en mi personalidad, mi relacionamiento con hombres y mujeres, mi identidad, entre otros, tal vez las cosas serían más fáciles.
Pero también la experiencia, el tiempo, y la frustración de no lograrlo aún, me han enseñado cosas.  La primera, la más obvia, que mi sanidad no debe ser la prioridad en mi vida por encima de mi meta de seguir a Jesús y vivir por Su reino.  La segunda, que por más que yo quisiese cambiar mis recuerdos, o que tal o cual persona me pidiera perdón por lo que me hizo, nada cambiaría. Los recuerdos siguen estando allí, y el pasado (aunque muchas películas nos quieran hacer soñar con eso) no se puede modificar.  La tercera,  que debemos tener presente, que la única manera de romper con la atadura que deja un trauma en nuestra vida, es por medio del perdón,  debemos ir allí, con Jesús, y perdonar ese cuadro, escena, situación que nos violentó.  No hay otra manera, por nosotros mismos no lograremos nada,  y como le pasó al personaje, no haremos sino que las cosas se pongan peores, con venganza, amargura, rencor, etc. 

Mi asunto aquí es la carga emocional, espiritual y mental que produce el acceder a esos lugares de mi memoria.  Ya sé que no debo hacer de eso una obsesión, y que la frustración que me genera no ver resultados en ministraciones en la iglesia me hace pensar que es algo que primero debo resolver a solas con Dios. Algo en específico.  Esa evasión al dolor y a la frustración es lo que me ha producido de alguna manera cierto escepticismo y bloqueos en la fe. Me ha producido estancamiento.  Siento que si quiero respuestas, si quiero salir de esta cárcel, debo empezar por entregarle esos lugares, recuerdos, y situaciones a Dios. Entregárselos de verdad. Debo pedirle que me ayude a tener la seguridad en sus promesas de protección, cuidado y libertad. Debo ir aunque todo al principio sean tinieblas, provocaciones, distorsiones, etc.  Debo recordar la provisión de luz y voz.  Debo recordar quién murió para darle paz a mi mente y a mi corazón (Filipenses 4:7).  Que Él anhela verme libre.

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