mayo 18, 2011

Dios sabe cuando fallamos, antes.

Nosotros los cristianos solemos hablar mucho de las promesas de Dios, de que Dios me prometió esto y aquéllo, que Dios va a hacer esto conmigo.. etc., y, aunque está bien enfocarnos en la bendición que se obtiene a través de lo mucho que Él nos promete, creo que a veces perdemos el enfoque de otra parte del uso de las escrituras: la advertencia. Lo digo porque en nuestros devocionales (lectura diaria de la Biblia) por lo general resaltamos aquello positivo, pero no lo negativo, como la única muestra del amor de Dios.

Quiero explicarlo con una advertencia que me hizo hace mucho tiempo (quisiera recordar la fecha exacta, pero soy pésima para eso) y cuando la leí sentí que iba directo para mí, aunque no la entendí:

La negación de Pedro
"Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos." Lc 22:31-32

Creo que en el tiempo en que leí esa advertencia, actué como Pedro "No yo jamás te negaré" "No yo jamás perderé la fe". No sabía entonces cuánto necesitaría de esa oración de mi Señor para no abandonar el camino, no abandonarlo a Él.

Luego de esto vino un tiempo muy difícil para mí, tuve una visión (que mencioné en un post anterior) que me desequilibró muchísimo, haciéndome creer que Jesús nunca estuvo allí ayudándome (con posteriores secuelas). Posteriormente descubrí cosas a nivel familiar que me hicieron caer en la decepción, una tras otra. Una enfermedad y muchos cambios seguidos. En fin... zarandeadas de parte del enemigo que alimentaron en mí un miedo muy particular a relacionarme con Dios y a confiar de nuevo. Frustración por sentir la incapacidad de cambiarme para hacer las cosas que quería hacer a nivel ministerial, para tener una pareja, para ser un poco "normal".

Pero ahora que he tenido tiempo para reflexionarlo, si fue un ataque a mi fe. Como Pedro, me calentaba en el fuego a la distancia, veía al Señor asumiendo el camino de la Cruz. Nunca lo solté, pero sabía en mi corazón que no era igual que antes: La pasión en adorarle en secreto, el anhelo de Su presencia, el desear verlo,el correr a Su encuentro, etc.

¡Cuán grande es la sabiduría de Dios! Como con Job, oró por Pedro, aunque el enemigo hubiese reclamado sus vidas para hacerles daño, con el fin de demostrar que sólo estaban con Dios por Su bendición. Como con ellos, Jesús oró por mí, ora por mí, para que no pierda la fe.

Confieso que me duele darme cuenta de esta verdad, y de muchas que me sigue revelando, de las heridas sin bautizar, de todo el rencor que me he tragado y que ando arrastrando. Sin embargo, sé que algo ha cambiado: creo que el dolor es a raíz de que son verdades que Él quiere revelarme, a fin de que sea libre. "La verdad os hará libres", dijo. Con dolores, con advertencias, con aún lo que Él sabe que va a pasar. Su oración frente a esas advertencias y esas pruebas es también una muestra de Su amor.

Hoy luego de unos años vuelvo a leer este versículo y, luego de que poco a poco he empezado a salir de esa oscuridad del alma, agradezco infinitamente que Él haya estado allí, orando por mí. Sólo que ahora quiero hacer lo que sea necesario para que mi fe resurja, y pueda completar el versículo: Fortalecer a mis hermanos. Al que me lee, al que no. Al que aún no conozco, Al de la calle o al amigo de siempre. A quién quiera me permita Dios encontrar.

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