marzo 20, 2011

Un tiempo para todo

"Hay un tiempo para todo", es el comienzo de una conocida porción del Eclesiastés. Me parece increíble cuando Dios de alguna manera orquesta tiempos especiales para algo.  Desde finales de febrero he sentido que muchas cosas van deprisa en mi vida: puertas que se cierran, cosas que desaparecen, circunstancias nuevas a las cuales hacerle frente, y, sobretodo, un apremiante indicio de quietud y sacrificio en lo que a mí concierne.

Es extraño que estos tiempos a los cuales comúnmente se les llaman tormentas o desiertos, sean invitaciones al silencio, a adentrarse en las profundidades de Dios. Al menos puedo decir que mi espíritu de alguna manera ya me preparaba para todo esto, generando cierto hastío de escribir y muchas ganas de estar en silencio y soledad.

Si bien mi tendencia natural ante una situación como esta es la de aprovechar y hacer mil cosas (estudiar, buscar oportunidades, contemplar nuevos rumbos), las limitaciones familiares y económicas me lo impiden.

Tengo tiempo para dos cosas ahora: Para adentrarme en mi silencio para buscar respuestas, y para entregar mi cuidado en la enfermedad. No hay más. Creo que ya hubo un "tiempo de los intentos" y el resultado fue bueno, descubrí un montón de cosas por la vía de la intuición y del dejarme llevar por los anhelos de mi corazón. Sin embargo, creo que es necesario adquirir una visión que profundice sueños y encamine talentos, así como creo que es necesario responder al llamado de Dios porque nunca se sabe qué tiene para decir.

Entregar cuidado (servir) y estar en silencio (oír) son dos buenas disciplinas para apartar los ojos de uno mismo, también. Pienso que es bueno darle un alivio a mi mente obsesa para que descanse y tenga un enfoque, a mis ojos una mirada atenta a la necesidad, y a mi corazón una calma suficiente para escuchar de verdad.

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