julio 22, 2010

Camino y encuentros Parte I

Pienso muy a menudo acerca de mi identidad, no sólo a nivel sexual, sino todo aquello que la compone. Supongo que debido a que encuentro en la mayoría de ocasiones que mi personalidad no encaja en los múltiples sistemas a los que he pertenecido o pertenezco, me resulta necesario saber quién realmente soy y qué quiero hacer con mi vida. Son dos cosas bien distintas, y hallo que en muchas ocasiones me encuentro confundida al no tener respuesta a ambas.

A parte de la identidad que tengo en Dios, la identidad que dice que soy santa, soy Su hija, soy ciudadana del cielo.. etc., creo que hay una identidad única e intransferible (como algunos documentos que poseemos) que anhelo encontrar. Algunas veces descubro que no soy lo que la gente siempre ve, o lo que me dice cuando cumplo años, ni tampoco soy mis habilidades, ni lo que la gente dice que tengo. Tampoco soy mis éxitos ni mis ocupaciones, hallo, por ejemplo, que en mi vida profesional estoy "enrumbada" es decir, voy construyendo algo, pero en realidad, ni me importa, ni tengo mayores aspiraciones.

Otras veces reflexiono con algunas personas que aprecio, otras veces publico mis pensamientos sobre algunas cuestiones que me inquetan, y noto que pasan desapercibidas si acaso, al ir en contra de las mismas exclamaciones de eterno amor y perpetua confianza a Dios, que son mucho más apetecidas en el círculo de la gente que teme reflexionar su fe.

En todo, con sinceridad, encuentro mi disonancia con el común y corriente de la gente que me rodea. Afortunadamente en internet, en los libros y en alguna que otra rara persona, he podido ver que no soy una desadaptada, que hay otros que como yo, siguen en el camino de Dios, y aún están buscándose, explorándose, y sin miedo, reevaluándose.

Sólo puedo decir una cosa, ya para terminar este abrebocas en esta serie que comienzo ahora. El viaje es un viaje digno de vivirse en entera libertad, no sabremos nunca lo que obtendremos de nuestra búsqueda, pero creo, con toda seguridad que más vale la desesperanza de la falta de respuestas rápidas, que el conformismo de adaptarse a un modelo de hombre, perfectamente definido y controlado, que no podremos ser.

Decidir todo de antemano y decir exactamente qué forma precisa tomará el desafío de la gracia, equivale a despojar de su significado a la gracia y reducir el Evangelio de amor a un sistema de seguridad legal”.

Thomas Merton.

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